LLegamos como a las 12 a Madrid (hora local). Nos tuvimos que bajar y pasar por controles, donde a todos les quitaron sus líquidos, incluyendo al Carlos, pero exceptuando a mí. En una confusión durante los rayos X, seguramente pensaron que la botella del Carlos y la mía, era una sola, así la mía paso piola y la pude conservar para el siguiente viaje.
Luego de una aburrida espera de una hora, ya que el aeropuerto de Madrid era bastante fome, nos subimos de nuevo a nuestro avión rumbo a Frankfurt.
El viaje fue relativamente corto, alrededor de 3 horas y media, así que me fui tomando cerveza, leyendo y viendo la película de super perro (Underdog): un beagle fracasado, ex policía, que es sometido a experimentos genéticos tras lo cual adquiere super poderes para luchar contra la delincuencia.
Cuando nos acercabamos a Frankfurt podía ver asombrado la modernidad de la ciudad, pero luego empezamos a dar vueltas en círculo, con mucha turbulencia y mareos, tras lo cual estaba chato deseando aterrizar luego. El aterrizaje no fue muy bueno, y avanzamos por lo menos unos 10 minutos hasta llegar al terminal, lo que refleja el gran tamaño del aeropuerto, uno de los más grandes de Europa y el mundo.
Nos bajamos y no cachabamos nada de lo que teníamos que hacer, hasta notar que teníamos que tomar un tren hasta el siguiente terminal desde donde partía el siguiente avión.
LLegamos a hacer check-in con retraso debido a las vueltas en círculo y la desorientación post-aterrizaje, así que nos dividimos en varios grupos para hacer check-in en distintas cajas.
En este punto surgió el primer problema del viaje, ya que varios integrantes de la delegación, incluyendo 3 de nuestros profesores (entre ellos Lavín), no estaban en la lista de Air China.
Finalmente sólo 3 tuvieron que quedarse abajo: Gonzalo Muller, Rodrigo Arellano y Gonzalo Guzmán (quien luego sería conocido como "Frankfurt").
El avión era mucho más grande que el anterior: un Boeing 747 "Jumbo" vs Airbus 340. Partimos con retraso y rodeados de chinos, revistas y diarios en chino, y cerveza y comida china. Al igual que en el viaje anterior, me tomé unos whiskys para dormir bien, nuevamente desperté a unas horas de la llegada en Beijing.
Como siempre me cago de calor en los viajes, y además iba a pasar un día en Santiago, decidí viajar con short y polera, y llevaba un polar y un polerón de la U de reserva. Sabía que la llegada a Beijing sería con frío, pero no imaginaba en que magnitud todavía.
Cuando estabamos por llegar, veía el hielo en las alas del avión.
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